Nací en Antofagasta, en el seno de una familia de clase media. Mi padre era parte de la Armada y mi madre era funcionaria de correos de Chile. Estudié en un colegio público y a los 18 años ingresé a las Fuerzas Armadas para ayudar en la construcción de un mejor país, basandome en la honestidad, la perseverancia y en mi carácter de lealtad hacia la patria.

Tuve la suerte, o mejor dicho la capacidad, de poder ascender puestos. Mi madre siempre orgullosa de mí, lloraba cada vez que le contaba por teléfono de mis logros. Creo que si no fuera por ella, nunca me hubiera esfozado tanto.

Ahora las cosas han cambiado totalmente. Escribo esto desde una pequeña celda. Recién hubo un Golpe de Estado, fui traicionado por mi propia gente, por mi propia Armada. Me tienen preso y ya me han torturado varias veces. Veo el dolor de mis compañeros, quienes sufren por ésta canallada. No sé qué esperar en estos momentos, no comemos hace días, sólo escucho disparos en las calles y gritos de sufrimientos por personas que están siendo torturadas en este centro alejado de la ciudad.

Me han traicionado y han quebrado los valores más importantes de la institución. Joder. Te pido, señor, otra patria, otro siglo, otros hombres.