Por la ventana de mi edificio veo cómo amanece la ciudad. Está verde. Es primavera. A lo lejos puedo ver de todo: inmigrantes serbios, anarquistas bien vestidos, hijos de pescadores, dealers callejeros, sobrevivientes polacos del holocausto y alguna que otra princesa hippie.

Cada uno de ellos caminan a su velocidad. Pelean y rien a su manera. Es la ciudad. Es la confluencia de la vida. Reunidos por un objetivo, por un sueño, por lo que sea. Me inspiran a retratarlos. Es que en mi vida escribí de todo: autobiografía, ciencia ficción, fantasía, comentarios sociales y filosofía barata. Y hasta ahora no se me han agotado las palabras. Simplemente quiero dormir.

Sé que me creen un loco por seguir a esta edad usando los pantalones a los Tom Sawyer. Sé que ya no venden los chalecos de lana ni las chaquetas de cotelé. Que la batalla por las ideas es algo completamente obsoleto. Que nos siguen gobernando la misma manga de brutos que hace cincuenta años. Nada que hacerle. No vine a combatir al mundo por la política. Eso es para los héroes.

Por ahora reclamo una cosa: películas de mierda. Cada vez más fomes y sin gracia. Hagan una donde no haya iglesias, pueblos e industrias. A ver si pueden. Haganla sencilla. Sin sangre ni extraterrestres. Como consejo les digo que entre mejor el villano, mejor la película. Pero mejor haganla sobre mí. Exito seguro.